Mosaico de flores VI

El aire amontona en las calles las hojas secas que caen con fuerza de las ramas de los chopos. El frío es intenso, pues estamos a finales de otoño. Las calles impregnadas con olor a humo. Un tropel de pájaros pasa por encima de mi cabeza.

El viento me da en el rostro. El frío hiela mis huesos. Cerrada y oscura tarde, retrato de mi pueblo en el invierno.

Vengo de la calle, no me encontré a nadie, llego a casa desilusionada pues no he podido abrir el pico.

Mosaico de flores IV

Desde que nace la noche
hasta que despunta el día
encuentro siempre un transporte
que me acerca hasta tu vida.
Me acerco a ti y no me ves,
te llamo y no me respondes,
habla la gente el inglés
y se que me encuentro en Londres.
Ese país no me gusta,
llueve y llueve y no lo deja,
cae la lluvia una y mil veces
encima de tu cabeza.
Te veo como una sopa esperando al autobús
y a las dos de la mañana siguiéndote hasta tu casa
veo a Manuela y Yobana
con la cena preparada.
A las tres de aquí, de España,
cansado en la cama estas
entonces me acerco a tu lecho
te beso mucho, te beso
y ya con ojos abiertos
me vuelvo a la realidad.
Pero despierta o soñando
quiero seguir a tu lado
y es cierto que lo consigo.

 

 

Mosaico de flores III

Se prepararon para el trabajo en un santiamén, pues mientras el tío Mariano quitaba la albarda a la burra y la estacaba en la linde, la tía Paca ponía al lado de una hacina vecina el almuerzo, la cantarilla y el barril. Fausto no tenía ninguna gana de empezar a trabajar y se metía debajo de la manta destinada al coloque del almuerzo, alegando el frío del amanecer.

El tío Mariano saco la piedra de la alforja, afiló las hoces y muy decididos empezaron la ducha. El, el primero, después la Paca y por último Fausto, haciéndose bastante el remolón y con alivio cuando veía a su padre y madre quitándole de vez en cuando algún pellizco de su surco. Las hoces cortaban bien, agachados hasta casi tocar el suelo, los riñones se movían sin parar. Primero mordisco a un surco, seguidamente al otro, llevaban siempre dos a la vez.

A lo lejos divisaron una cuadrilla de segadores, ¡esos sí que se comían tierras como agua! Eran 7, todos hombres, altos y fornidos.

Mosaico de flores II

¿Soñar? ¿Con qué?
que me quieran mucho ellos
como a vosotros, también
como idolatro a mi pueblo.
¿Con qué soñaré yo ahora?
Con mis hijos y mis nietos,
yo seguiré dando cariño
os quiero a todos, os quiero
que no me da vergüenza
expresar mis sentimientos.

Mosaico de flores I

Cuando algo preocupante
me este interceptando el camino
cuando las fuerzas vea que me falten.

Cuando las cosas se te ponen mal
cuando el camino a recorrer sea incierto
sin saber cómo y de qué manera a la meta llegarás.
Se valiente, no te rindas, lucha mujer,
porque si así lo haces
en este recorrido no te faltará
paz, tranquilidad, amor y libertad.

Así sea.

Ancla Roja VI

Les digo a ustés periodistas
que es hora ya una pasá
de hacer lo que me dé en gana,
sin importarme de ná.

A mis años “mayorcita” (58)
he comprendio la verdad
que me gusta la poesía
y la voy a inaugurar
diciéndole a toa la prensa
que no se priva de ná
y se meten cuando quieren
en la vida los demás.
¡Pero por favor señores!
¡digan ustes la verdad!
Que en sus manos tien’ la llave
de abrir puertas o cerrar,
dar vida a un moribundo
o a un vivo casi enterrar.

Aprovechen la ocasión
que les brinda esta primicia
y no quiten el oído
a la voz de la razón.
Y si tos están de acuerdo
con esta proposición
quedará libre de dudas toda su reputación.

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Su profesión es muy bella
y la quisiera para mi
si yo en esos viejos tiempos
hubiera aprendió a escribir.

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Arriesgada profesión
y por otra parte bella.
Quisiera estar yo con ella,
me sale del corazón.

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Su profesión es tan bella
que yo la definiría
como el sol que alumbra el día
y la noche las estrellas.

Ancla Roja V

En un hospital me encuentro,
si puede llamarse así,
pues más parezco encontrarme
en mi casa y mi jardín.
Estoy aquí por desgracia,
esto, no dudo decir.
Pero en medio de la angustia
y el dolor que sentí aquí,
encontré amor, comprensión,
algo sencillo y sutil
que en estas horas amargas
me ayudó a sobrevivir.
Las gentes que aquí trabajan
son humanos de por sí,
son los que nos dan ese algo
y ayudan a ser feliz.

Ancla Roja IV

Paloma mía querida,
mi palomita adorada,
tus heridas son de muerte
y no me dejas curarlas.
Quiero arroparte, pequeña,
con mis brazos y mis lágrimas.
Quiero cubrirte con besos
que se encuentran en mi alma.
Quiero tus ojos alegres,
quiero tu sonrisa plácida,
quiero tu mente serena
quiero tu faz clara y sana.
No me mientas más mi niña
que la mentira es la mancha
que cubre todo lo bueno
que tú guardas en el alma.

Ancla Roja III

Muñoveros, yo te quiero
como se quiere a un amigo
porque en tus calles y plazas
he llorado y he reído.
Y he nacido en este pueblo
que para mí es tan querido,
que te digo Muñoveros
que te quiero siempre vivo
y por nada de este mundo
morirás, yo te lo digo.
En tu iglesia yo me adentro
y en tus bancos me arrodillo
y rezo si puedo hacerlo
a nuestro señor bendito.
Me acerco al altar mayor
por S. Félix presidido
y a San José y S. Antonio
siempre les pido lo mismo
que ya están hartos los pobres
de tanto yo repetirlo
y me mandarán al cuerno
cualquier día de estos mismos.
Las vírgenes de mi iglesia
son todas buenas conmigo
cuando las miro, sus ojos
despiden Amor, Cariño
y me enternece, de veras,
ver con ellas a ese niño.
En aquel cuarto me meto
con la pila del bautismo
que creo que don Ricardo
y no se que monaguillo
me echaron agua bendita
y me entró hasta en los oídos.
A la tribuna no subo
pero todo allí imagino
esas Arcas tan hermosas
barandilla y organillo.

Ancla Roja II

Que más puedo pedir a la vida.
Si yo tengo a toda mi gente a mí alrededor.
Hoy he dado un respiro a mi corazón
he dejado de llorar.
Las penas pasan volando
no se desde cuando.
Mi otra vida comienza hoy.