Un día en mi casa,
por la puerta abierta,
dos flores hermosas
entraron por ella.
La una rubita
la otra morena.
Eran dos aromas
de la primavera
que con perfume
y tierna inocencia
llenaron mi casa
de dulces promesas.
La una reía
la otra lloraba.
Las dos en mis brazos
amor encontraban.
Con ojos azules
y cutis de nácar
la mayor sonríe
a todo el que la habla.
La pequeña entonces
más seria y callada
mira con candor
y sus ojos hablan.
Benditos sean ellos
que trajeron calma
llenando de dicha
mi vida y mi casa.