Zorro Negro VI: 18 – V – 08

Salimos del pueblo a las 7 ½ de la mañana. Día tristón y frio. Nos llevaron Luis y Pepa, también Oscar. Tomaba Henar la Comunión, por lo tanto era Domingo. En otro coche viajaban Sonia, su marido, Claudia y Asun. Llegamos a Olite sin ningún contratiempo. La comunión era a las 12 en el intervalo de la misa.

Henar estaba guapísima, para mí, la más bonita de las niñas.

Resultó un poco bastante largo, pero bien, muy bien. El día, aunque frío, no cayó agua y eso nos ayudó para sobrellevar el frío.

Acudieron muchos de los familiares de Bea. Nos agradaron bastante, puesto que antes no podíamos opinar porque apenas les conocíamos.

La comida fue buena y resulto amena y entretenida. Para rematar el día, Asun nos contó unos cuantos cuentos y el resultado fue unirnos un poco más con la otra familia, reírnos bastante y pasar un par de horas bonitas y divertidas.

Luego, que ya se pasó todo esto, cada mochuelo a su olivo, menos nuestra familia que esa noche nos quedamos a dormir en Olite. Estuvimos viendo la huerta de Angelito, tomando unas cañas y a casita. Bea nos dijo que Ángel y una servidora nos fuésemos a dormir a la casa rural donde habíamos comido. Allí también dormían Luis y pepa. ¿Normal? ¡No lo creo! Grito. Cuando llegamos a nuestra habitación del albergue, Ángel se sintió un poco indispuesto y comprobamos con gran susto que lo que le picaba y molestaba era la dichosa culebrilla (o herpe). Le llevamos al médico de guardia, el cual nos lo confirmó. Le recetó unas pastillas, siete para siete días, pero ya nos desarmó un poco el tinglado. Consulté a Pepa y Luis si regresábamos a casa, pues a mí me daban ganas de ello, pero la organizadora de Bea dijo que de eso nada. Y fue algo que se lo agradecí después, pues aunque la cosa no ha sido fácil para Ángel, lo que ha pasado lo hubiese tenido que pasar igual en el pueblo, o quizás más, porque le dijeron que reposo y más que aquí, en ningún otro sitio.

Pasé los primeros días penosa por Ángel, pero también me hacía daño y me dolía enormemente que nuestro hijo Angelito no pensara ni por un momento que particularmente yo le necesitaba y que me dolía que estando tan cerca no viniera a ver a sus padres ni llamara. También le reprochaba dentro de mí que no nos hubiera dejado dormir en su casa. Sé que eso él no lo organizó, pero sí lo consintió.

El fin de semana se acercó y se me olvidó todo lo que esos días pensé de mi hijo.